PARASHAT "VAIETZÉ"
Génesis 28:10-32:3
Dr. Pinjas Mandel*
Interpretación y comentario
“Iaacov formuló un voto diciendo: Si Elohim habrá de estar conmigo y habrá de protegerme en esta senda en la cual yo estoy encaminado, y habrá de darme el pan para comer y ropa para vestir. Y si volviere yo en paz a la casa de mi padre, será Adonai para mí, mi Dios. Y esta piedra que erigí como estela, será una casa para Elohim y todo lo que me dieres, diezmar habré de diezmarlo para Ti”. (Génesis 28: 20-22).
Este rezo de Iaacov dificultó el trabajo a los comentaristas: ¿Cómo puede ser que, -después de un sueño maravilloso donde los ángeles de Dios suben y bajan entre el cielo y la tierra, y la promesa de Dios es: “Yo estoy contigo y te protegeré dondequiera que tú anduvieres” (28:15)-, Iaacov pueda imponer a Dios la condición de que sólo si Él va a hacer todas las cosas que dijo...“entonces será Adonai para mí, mi Dios”'? ¿Acaso pensó en la posibilidad de que Adonai NO sea su Dios?!
Rashi dice (según el midrash) que esto no es parte de la promesa, sino que la promesa está condicionada al cumplimiento de estas cosas, o sea que su significado es: “que coloque Su nombre sobre mí, que no encuentre nada impropio en mi descendencia”. O sea, que si Dios me cuida, me hace volver a mi casa, y me hace tener hijos que no vayan tras culturas malas (como Esav, por ejemplo), entonces voy a establecer la “Casa de Dios” en el lugar donde está esta piedra y voy a separar el diezmo de “todo lo que me dieres”.
El pacto con Abraham
La promesa divina de “ser Dios” para Abraham y para su descendencia es parte del pacto que establece Dios con él. Y esperaríamos que de aquí en más Abraham se refiera a Dios como “su Dios”. Y he aquí que sorprende que Dios no sea llamado así. A pesar de la revelación divina a Abraham tanto con Su nombre explícito (YHVH El Tetragrama) (15:7) como también con Su nombre “El Shadai” (17:1), Abraham no lo llama sino “Dios del cielo y Dios de la tierra” (24:3). Sólo su sirviente lo llama “El Dios de mi señor Abraham” (24: 12, 27,48). Y así Dios se le revela a Isaac: “Yo soy el Dios de Abraham, tu padre” (26:24). El comentarista judío Arnold Ehrlich, en su libro “Mikrá kipshutó”, destaca este hecho interesante:
“Así como la casa del padre no llevará el nombre del hijohasta que el padre muera y el hijo lo herede, así tampoco será llamado el nombre de Dios por ninguna persona de Israel hasta que su padre no muera y esta persona se establezca en su lugar”. (Interpretación de Génesis 26:24).
Encontramos en la mayoría de los casos que la Divinidad se revela al ser humano sólo con el nombre de sus padres: Aquí se revela Dios a Iaacov con la expresión “Dios de Abraham, tu padre y Dios de Isaac” (28:13). Iaacov lo llama “Dios de mi padre, Dios de Abraham” (31:42). Y hasta en la revelación especial de Dios a Moshé en la zarza está escrito: “Yo, el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Iaacov”. (Éxodo 3:6).
Una revelación maravillosa
Al principio de su difícil travesía y con la falta de seguridad de su tierra natal, Iaacov recibe la promesa de Dios en medio de una revelación maravillosa: “He aquí que estoy contigo”. Y con seguridad, ahora, en el temible y solitario camino hacia el futuro incierto, ante la vivencia de miedo, soledad e incertidumbre, él siente más que lo que sus antepasados lo pudieron sentir, que le hubiera gustado considerar a Dios como propio. Pero él sabe que todavía no llegó el momento en el que podría llamar a Dios, “su Dios”. En su exilio en Jarán no estaba en condiciones de hacerlo. Pero de inmediato, al retornar a la Tierra Prometida, después de enfrentarse “con Dios y con los seres humanos” y recibir el nombre “Israel”, -el nombre que representa la promesa divina del futuro nacional-, construye un altar y lo llama por primera y única vez-, “Dios de Israel” (33:20).
Todo el libro de Génesis es una prueba de que “las acciones de los padres, son señales para los hijos”, y aquí también, puesto que en el libro de Éxodo volverá el término “Dios de Israel“, en el primer encuentro con el Faraón: “Así dijo Adonai, el Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo”. Así se abre el camino para el nuevo llamado en la gran revelación del Monte Sinai, en la cual presenta Dios los Diez Mandamientos y dice a cada persona de Israel: “Yo soy Adonai, tu Dios”. Un llamado para que todos nosotros hagamos del Dios de nuestros antepasados nuestro Dios.
* Profesor de Midrash Instituto Schecter de Estudios Judaicos, Jerusalén
Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, Asamblea Rabínica de Israel, Movimiento Conservador y Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras.
Traducción: Rabina Sandra Kochmann
Comunidad “Masortit Mishpajtit beBeit Hakerem”, Jerusalén.