EL INFIERNO DE LA EDAD MEDIA-2*. El 20 de mayo llegó también la hora a los judíos refugiados en el palacio episcopal. Cuando los cruzados acamparon amenazadores ante el palacio del obispo, el obispo les hablo e intentó convencerlos de que se dejarán de bautizar para salvar la vida. Los judíos pidieron tiempo para pensarlo, transcurrido el plazo el obispo mando abrir las puertas de la sala donde si habían refugiado. La visión que se ofreció a los que entraron fue algo horrible; no había ni uno con vida. Se habían dado muerte así mismos. Los cruzados no respetaron ni siquiera los muertos, un relato de la época dice: “Los sacaron afuera desnudos, los cortaron a pedazos y dispersaron sus restos; no dejaron ni uno vivo, excepto a uno que bautizaron a la fuerza. En esos dos días fueron muertos unos 800; a todo los echaron desnudos en la fosa...” Uno a quien habían bautizado utilizando la violencia, el joven Simcha Kohen, se vengo sacando un cuchillo e hiriendo a tres de ellos, la multitud lo hizo pedazos. Acaudillados por el conde Emerico de Lenigen, otras bandas de cruzados se dirigieron hacia Maguncia. Los miembros de la importante comunidad judía de esta ciudad pidieron ayuda al arzobispo Rutardo y obtuvieron de él permiso de refugiarse en su residencia hasta que el peligro hubiese pasado. Más de mil judíos se juntaron en el patio protegidos por la guardia de episcopal y en la azotea del amplio edificio, después de haber entregado a Rutardo todo lo que poseían de valor. No obstante, cuando el conde Emerico aparecio con sus huestes el 27 de mayo y exigió la entrega de los judíos, la guardia episcopal dejo a sus protegidos en la estacada y el obispo desapareció súbitamente “pues también a él querían matarle poder prestar ayuda a los judíos”. De lo que allí sucedió queda el relato del testigo ocular Salomón ben Simón uno de los pocos que sobrevivieron al horror de aquellos días. Dice así “cuando los hijos de la Sagrada Alianza vieron venir las numerosas bandas empezaron a prepararse y armaron a todos grandes y pequeños; los dirigía Kolonymos ben Meschullam. Pero debido a las muchas desgracias y ayunos que habían sufrido se había debilitado de tal forma que no podía resistir al enemigo. Se situaron a la puerta de de entrada del palacio episcopal para detener a los vagabundos y ciudadanos y se entablo una lucha. Pero no estaban en condiciones de enfrentarse con el enemigo y el patio fue asaltado. Cuando vieron que suerte estaba echada, se animaban unos a otros diciendo suframos con paciencia y valor y todo lo que nuestras sagrada religión haga recaer sobre nosotros... Pronto nos darán muerte de nuestros enemigos pero que no nos importa si nuestras almas entran puras en la luz eterna. Bienaventurado el que sufre de buen grado la muerte por el nombre del Dios único que si se exclamaron todos a coro: No hay tiempo que perder el enemigo se acerca, ofrezcamos sin demora nuestras vidas para gloria de Dios!. A los ojos de los enemigos que ya habían entrado se ofreció el siguiente espectáculo: los piadosos hombres junto con nuestro rabino Isaac ben Moisés, estaban sentados en el centro del patio envueltos en sus mantos de oración; el rabino fue el primero en presentar su cuello y pronto su cabeza cortada cayo al suelo; mientras tanto los demás estaban sentado en el centro del patio dispuestos a cumplir la voluntad de su Creador. Los enemigos les atacaron con piedras y con flechas pero los nuestros no se movieron de su sitio, y murieron todos. A la vista de tal carnicería los que se encontraban en los aposentos interiores decidieron que era preferible darse muerte por su propia mano. El padre sacrificaba a su hijo, el hermano a la hermana, la madre a la hija, el vecino a su vecino, el novio a su prometida. Todos mataban para en seguida ser muertos ellos mismos. Y la sangre de los padres se mezclaba con la sangre de los hijos, la de los hermanos con la de las hermanas, la de los niños de pecho con sus nodrizas...Quien oyó o vio algo parecido?... En esos días que siguieron se sacaron mil trecientos cadáveres del palacio del arzobispo cargados en carros y fueron llevados a las afueras de la ciudad. Sesenta judíos que se habían escondido en la catedral consiguieron huir de momento de momento, pero luego se descubrió y también fueron muertos. |
Prédica de la Primera Cruzada por Urbano II en el Concilio de Clermont, según una ilustración de Gustave Doré. |
Masacre de Judíos durante la primera cruzada (Biblia del siglo XIII). |
|
Dos de los pocos que había aceptado el bautismo fueron presa de su desesperación: Isaac ben David , uno de los jefes de la comunidad que había cedido para salvar la vida de su madre, y Uri ben Joseph. Prendieron fuego a sus propias casas , penetraron en la sinagoga y le prendieron fuego también y ambos murieron entre las llamas. Un enorme incendió convirtió en cenizas gran parte de la ciudad. En Colonia los judíos encontraron protección. Muchos ciudadanos cristianos escondía familias judías en sus casas, el obispo Hermann III los distribuyó en grupos por los pueblos y lugares de las cercanías de las ciudad que eran propiedad suya. Cuando a principios de junio una banda de cruzados entró en la ciudad se encontró con que las casas de la comunidad judía estaban vacías, encolerizados lo destruyeron todo y también la sinagoga con las sagradas escrituras. No obstante tres semanas más tarde los cruzados habían ya descubierto los lugares donde se había refugiados los judíos de Colonia. Los que estaban escondidos en Neuss, Welfinghofen y Xanten, en Moers, en Geldern y en Altenahr, sufrieron el mismo destino que los demás. Numerosas familias se echaron al Rin y el número de los que se dieron muerte a sí mismos subió de manera espantosa. Con una fuerza del espíritu rayando en lo sobrenatural, los judíos resistieron a la tentación de salvar sus vidas a cambio del bautismo y sufrieron el martirio por su fe. sólo en Tréveris se consiguió el bautismo en masa, “cuando se acercaron a Tréveris dice una crónica de la época, algunos judíos que vivían allí tomaron a sus hijos y les hundieron un cuchillo en el vientre diciendo que debía enviarlos al seno de Abraham a fin de que no se convirtieran en una pelota en manos de los maníacos cristianos, algunas de las mujeres se llenaron las mangas y los corpiños como piedras y se echaron al río desde el puente. Los demás que todavía tenían algún interés por la vida amontonaron todos los bienes y huyeron al palacio donde precisamente en aquellos días se encontraba el arzobispo Egilberto y con lágrimas en los ojos le suplicaron que les concediera su protección, el arzobispo aprovechó la ocasión para a amonestarlos a que se bautizaran. Terminada la amonestación un rabino llamado Micha se adelantó y rogó al arzobispo que le enseñará cosa que el hizo explicándoles el contenido de la religión católica, entonces exclamó Micha, pongo a Dios por testigo de que yo creo lo que tú acabas de exponer y que he apostado del judaísmo, cuando los tiempos sean más tranquilo lo estudiaré con más detalle y ahora bautizanos rápidamente a fin de que podamos escapar de nuestros enemigos. Lo mismo dijeron todos los demás judíos, entonces el arzobispo lo bautizo y le dio su nombre y los demás sacerdotes que se encontraba allí, bautizaron a los demás. Estos últimos abandonaron la fe católica al año siguiente pero el rabino permaneció fiel al arzobispo y a su nueva religión. En Metz también se lleva a cabo bautismos en masa. En Regensburgo los cruzados y ciudadanos cristianos echaron a las familias judías al Danubio, colocaron una cruz de madera sobre las aguas del río y les obligaron a que se hundiera por debajo de ella. Durante tres meses la muerte y el terror se cernieron sobre las comunidades del Rin, “En el tercer día del mes”, dice un canto judío “los lamentos no tenía fin.... Cubriré con torrentes de lágrimas los cadáveres de Espira...y me lamentaré amargamente por la comunidad que Worms...Y mis gritos de dolor es un resonaran también por las víctimas de Maguncia. En las provincias del Rin fueron muertos unos doce mil judíos desde el mes de mayo al mes de julio del año 1096.
Fuentes y referencias: *Werner Keller, Historia del pueblo judío (II). Ed. SARPE, 1985 (First and Second Crusades) Neubauer and Stern, Hebräische Berichte über die Judenverfolgungen Während der Krcuzzüge, Berlin, 1892; Salfeld, Das Martyrologium des Nürnberger Memorbuches; (Third Crusade) Jacobs, Jews of Angevin England, pp. 99, 134, 385-392. The above account follows mainly Aronius, Regesten, pp. 78-94, 104-116, in preference to Grätz, Gesch. vi. 82-95. Terry Jones and Alan Ereira, Crusades (New York: Facts on File Inc., 1995), p. 28; Arno Mayer, Why Did the Heavens Not Darken? The”Final Solution” in History (New York: Pantheon Books, 1988), p. 226; James Carroll, Constantine’s Sword: The Church and the Jews (Boston: Houghton Mifflin, 2001), p. 248. “The Chronicle of Solomon bar Simson,” in Shlomo Eidelberg, The Jews and the Crusaders: The Hebrew Chronicles of the First and Second Crusades (Madison: University of Wisconsin Press, 1977), p. 22. “Mainz Anonymous” in Eidelberg, p. 100. “The Chronicle of Solomon bar Simson,” p. 34. Robert Chazan, In the Year 1096: the First Crusade and the Jews (Philadelphia: Jerusalem Publication Society, 1996), p. 55. August C. Krey, The First Crusade: the Accounts of Eye-Witnesses and Participants (Princeton: Princeton University Press, 1921), p. 54; Chazan, p. 24. Jonathan Riley-Smith, “Rethinking the Crusades,” First Things (March 2000), pp. 20-23. Details concerning the Jewish experience under crusader rule can be found in many of the works by the late Israeli scholar Joshua Prawer. For the most thorough examination see his The History of the Jews in the Latin Kingdom of Jerusalem (Oxford: Clarendon Press, 1988). |
Viaja a Israel desde Madrid por El-AL |