PARASHAT "REÉ" Reé Deuteronomio 11:26-16:17 Por el Rabino Gustavo Kraselnik, Torat Adonai Temimá, Meshivat Nafesh, afirma el salmista (19:8). “La Torá de Adonai es íntegra, reconforta el alma” y nosotros repetimos sus palabras cada Shabat y cada fiesta, en la primera parte de la plegaria matutina, cantándolas con entusiasmo, quizás anticipando el deleite del estudio del pasaje de la Torá que será leído ritualmente algunos momentos más tarde. Para los comentaristas tradicionales, asumir la “integridad” de la Torá era no solo una responsabilidad necesaria para preservar la validez del texto frente a las amenazas externas, sino además, una maravillosa oportunidad para profundizar la lectura del texto. Buscando con minuciosidad las posibles “señales de alarma”, los exegetas anticipan nuestras preguntas y las responden con imaginación y creatividad, resolviendo las complejidades y brindando, a la vez, nuevas enseñanzas que enriquecen la experiencia del lector. Al inicio de parashat Reé encontramos un ejemplo de esta dinámica. Dice la Torá (Deut. 11:26-28): Mira, Yo pongo hoy delante de ustedes una bendición y una maldición. Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que hoy les impongo. Maldición, si desobedecen esos mandamientos y se apartan del camino que Yo les señalo, para ir detrás de dioses extraños, que ustedes no han conocido. En su comentario, Abraham Ibn Ezra (nació en España en 1092 y murió en Narbona, al sur de Francia, en 1167) plantea una primera respuesta: “Mira: a cada individuo le voy a hablar”. Con estas palabras, Ibn Ezra pareciera sugerir que, si bien el mensaje va dirigido a todos, Dios hace un llamado individualizado; convoca a cada uno de los integrantes del pueblo. El Alshij (Rabí Moshé bar Jaim Alshij, 1508-1593, Safed) avanza un poco más. En su comentario a este versículo afirma: “…no son lo mismo las mitzvot observadas por la mayoría que las observadas por los individuos.” Es decir, tal como insinúa más adelante, no creas que al ser dados al colectivo, cada uno está exento de observar los preceptos. Si Ibn Ezra planteaba el llamado a cada individuo dentro del colectivo, el Alshij añade que el cambio de persona sirve para reafirmar la responsabilidad de cada individuo en el cumplimiento de las mitzvot. Las mitzvot fueron entregadas a toda la nación, pero su observancia depende de cada uno. Algunos siglos más tarde, el Jidá (Jaim Iosef David Azoulay, Jerusalem 1724, Livorno, Italia 1804) avanza un paso más en la comprensión del versículo. Para él, la yuxtaposición del singular y el plural significa que “cada individuo debe mejorar y ser un vehículo para influenciar al colectivo”. En otras palabras, la Torá viene a realzar el potencial de cada individuo de impactar sobre la realidad del conjunto. Esta posición del Jidá confiere a nuestro pasaje una nueva dimensión. No solo el llamado a cada uno, no solo la asunción del compromiso individual de la observancia sino la capacidad de cada ser humano de marcar la diferencia, de modificar al colectivo, de transformar el mundo. Este mismo espíritu refleja el Talmud (Kidushin 40b): El hombre siempre debe verse a sí mismo como si el mundo fuera mitad culpable y mitad meritorio. El cumplimiento de una Mitzvá puede inclinar la balanza de todo el mundo hacia el lado del mérito; una transgresión, inclina la balanza de todo el mundo hacia el lado de la culpa. De acuerdo a este pasaje, cualquier acción, por insignificante que parezca, puede influir en el destino de la humanidad. Y ese también es el mensaje que aparece al comienzo de nuestra Parashá. El singular y el plural enfatizan la intensidad del llamado: la bendición y la maldición están frente a todos ustedes, pero eres tú (y sólo tú) quien decide. Torat Adonai Temimá, Meshivat Nafesh, “la Torá de Adonai es íntegra, reconforta el alma”, o como dijera el notable rabino inglés Louis Jacobs (1920-2006,) precisamente porque reconforta el alma, la Torá de Adonai es íntegra. Shabat shalom, Gustavo
Interpretación Parashat Ree
PROFETA O SOÑADOR DE SUEÑOS Por Nejama Leibowitz
DESPUES que la Torá nos advirtió: Cuidaréis de hacer todo cuanto os mando; no añadirás a ello ni quitarás de ello - 13, 1 vuelve a prevenirnos que nos cuidemos de las deducciones, incitaciones a influencias perniciosas que puedan desviar nuestro corazón del culto del Señor, y del cumplimiento de Sus ordenanzas. Prestemos atención al primero de ellas, el caso del profeta que nos llama en nombre del Señor, a servir a la idolatría: Si se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, que te propusiere una señal o maravilla, 13,2 y en efecto sucediere la señal o la maravilla de que te haya hablado, diciendo: "Vamos en pos de otros dioses (que nunca conociste) y sirvámoslos", 13,3 no escucharás las palabras del tal profeta, o del tal soñador de sueños, porque os prueba el Señor, vuestro Dios, para saber si amáis al Señor, vuestro Dios, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. 13,4. Nuestros comentaristas encontraron difícil la comprensión de estos versículos; de si se trata de un profeta verdadero, o de uno falso, puesto que la Torá lo denomina simplemente "profeta", y deja por sentado que sus signos y sus maravillas se cumplirán. Abravanel planteó este problema con suma claridad: He aquí que el profeta mencionado en este párrafo es de existencia imposible: si dijéramos que es un falso profeta . . . puesto que nos ha dicho: "Vamos en pos de otros dioses", razón por la cual será muerto, queda planteado el interrogante: ¿Cómo es que está escrito: "Que te propusiere una señal o maravilla, y en efecto sucediere la señal o la maravilla”? Si es realmente un falso profeta, ¿cómo es que sus maravillas se llevarán a cabo ? ... Y si dijéramos que es un profeta verdadero, y por tal causa sucedieron la señal y la maravilla, y que su intención fue someternos a prueba, como surge del texto, plantease la dificultad de explicar la aseveración del versículo: "El tal profeta, pues, ...será muerto, por cuanto ha aconsejado apostasía ... para desviarte del camino . . ."; si es como suponemos que el tal profeta era temeroso del Señor, y no dijo lo que dijo sino para probaros y saber si amáis al Señor ... y que no fue su intención desviaros del camino recto, ¿por qué, pues, será muerto? Diversas soluciones fueron propuestas por nuestros Sabios y comentaristas. Veamos en primer lugar el Sifrí: "Y en efecto sucediere la señal": Dijo Rabí Yosí el Galileo: Observa hasta que punto llegó la Torá a revelarnos lo más recóndito del pensamiento de los idólatras, y les dio poder; pues aún cuando detengan la marcha del sol y de la luna, ¡no les hagáis caso! ¿Por qué?: "Porque es prueba el Señor, vuestro Dios, para saber si amáis . . ." teorías con demostraciones eficientes, con pruebas cortantes, precisamente al mostrar el hecho de que sus caminos - los caminos de la mentira, el vacío, la falsedad y de la tontería - son los más exitosos? "Y en efecto sucediere la señal o la maravilla" - y ese profeta de la falsedad, (representante de cualquiera de las clases de falsedades), que seduce e instiga, y que exhorta a derrumbar los valores de la Torá, prometiendo éxito completo, milagros y maravillas a todo quien lo escuche. ¿No lo ven nuestros ojos obteniendo éxitos, y cumplírsele todas sus maravillas, día a día? He aquí, éstos son inicuos, mas prosperan de continuo, aumentan (sus) riquezas. Tehilim 73,12 No suavizaremos el problema; tampoco afirmaremos que "la Torá nos habla exagerando"; rendiremos fidelidad a la tesis de Rabí Yosí el Galileo: (El Señor) les concedió poderes (a los falsos profetas) de paralizar el sol, la luna, las estrellas y los astros (como lo hizo Yeoshua bin Nun en su época). Pero luego de quedar aclarado que el párrafo se refiere a un falso profeta, surge un interrogante de la mayor importancia: ¿Qué canon nos ha de servir de criterio para verificar la falsedad de las palabras de este profeta - denominado, tal como lo leemos en el versículo, simplemente "profeta" (denominación que nos revela el estado de ánimo del oyente quien ve ante si un "profeta", sin adjetivo alguno) - qué indicio ha de instruir al oyente, de si se trata de un falso o verdadero profeta? Dice Rambam en "Hiljot Yesodé Hatorá" (Reglas Básicas de la Torá), capítulo 8, con relación a las señales, que no verifican la profecía:
Deducimos pues, que el éxito de una señal o maravilla no es prueba ni demostración de la verdad. Es lo mismo si el éxito fue alcanzado dentro de los límites de las leyes naturales conocidas o si fue alcanzado mediante el trastocamiento de esas leyes; lo natural y lo sobrenatural está en manos del Señor, y el éxito de ese instigador fue logrado únicamente con la ayuda del Señor, a fin de someternos a prueba. Los seres humanos - esclavos del tiempo - persiguen el éxito, y a quién la suerte le favorece, lo suponen portador de la verdad. Hagar puede servir de ejemplo de la identificación errónea del éxito con la verdad, al decir según Rashí (Bereshit 16, 4) en su comentario a la expresión del versículo: "Fue despreciada su señora en sus ojos": Sara no se comporta en privado como lo aparenta en público, disimula ser piadosa, pero no lo es; la prueba está que en todo este tiempo no mereció el don del embarazo, mientras que yo he quedado encinta de la primera copulación. Lo que fue expresado aquí en escala reducida, de mujer a mujer, referente al éxito como criterio de la verdad y de la piedad, fue dicho y repetido durante todas las generaciones en una escala mayor, de nación a nación. R. Abraham lbn-Ezra se lamenta en su poesía titulada:
Mientras la Iglesia argüía así contra nuestro, y toda vez que nuestros Rabinos y dirigentes fueron obligados a participar en las "controversias" con los representantes de la Iglesia (curiosas controversias, donde a una parte le estaba permitida exponer cualquier argumento, mientras que a la otra le estaba prohibida herir al adversario ni atribuir falta a su fe) se escuchaba frecuentemente ese argumento: Las señales y maravillas demuestran la veracidad de nuestra fe, el éxito nos ha favorecido ampliamente; a nuestra fe pertenecen los duques y los príncipes y todos los gobernadores del mundo - mientras Uds. han sido humillados y rebajados hasta lo más bajo - nuestra es pues la verdad. Sobre las señales y maravillas sobrenaturales como prueba de la veracidad de sus creencias, responde Moshé Mendelsohn en su controversia con el sacerdote suizo Luter (último eslabón de esa clase de controversias, del final del siglo XVIII) en su segunda carta, publicada bajo el título "Nacherinnerungen" (Remembranzas): ... De acuerdo a las leyes de mi Torá, los milagros no son piedras de toque de la verdad, ni atestiguan con certeza moral que el profeta que los realiza es realmente un enviado del Señor. Únicamente el acto de la entrega de la Torá, reunidos frente a frente, es un testimonio fidedigno; puesto que no hubo intermediario alguno, no hubo necesidad de testimoniar tal misión, el pueblo entero escuchó con los propios oídos los mandamientos divinos... Encuentro en el Tanaj pruebas suficientes que evidencian el poder de los instigadores y de los falsos profetas para producir maravillas. (¿Qué se puede decir - por ejemplo - referente a los hechiceros de Egipto? Y en Devarim 5, 2 nos habla de un profeta o soñador de sueños, a quién no hay que escuchar aún cuando se cumplan sus señales y maravillas, debiéndose ajusticiarlo). No soy capaz de determinar si esos milagros fueron producidos por arte de magia, o fueron actos de hechicería, o más bien fueron resultado del mal uso de un don otorgado para un buen objetivo. De cualquier manera, pienso en algo irrebatible, que según las palabras claras de la Torá, los milagros no son demostración evidente de que una misión es divina. Nuestros Rabinos solían rebatir el argumento del éxito como criterio de la verdad diciendo que según la doctrina de sus adversarios tampoco se consideraba la magnificencia, el honor y el éxito en este mundo como criterios de la verdad, sino el sufrimiento y el sacrificio. R. Yehudá Haleví ya utilizó esta argumentación al oponerse a demostraciones basadas en señales y maravillas naturales, o en el éxito de los adversarios, mientras que la humillación y la pobreza eran nuestra suerte. Dice en el Cuzarí, capítulo lº, párrafo 113:
Deducimos pues: si viniere alguien a exhortarnos a seguir una senda opuesta a la que nos señaló Moshé nuestro maestro, en su Torá, y nos ofreciere una señal, y esa señal se cumpliere - aún en el caso en que detenga, tal leemos en el Sifrí, la marcha del sol, de la luna, de las estrellas y de los astros, tal lo hizo Yehoshúa bin Nun - no le prestaremos atención. Aún en el caso que conquiste países y domine el mundo entero, la suerte le favorezca, adquiera riquezas, obtenga honores, y los hombres lo alaben con toda clase de halagos - no le oiremos ni daremos fe a sus enseñanzas. Porque la señal, la maravilla y lo que los ojos ven, no son criterios de la verdad. Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de laOrganización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986Págs.Págs.267-274
Mitzvot 436. Destruir a la idolatría y sus artículos |
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