Parashat Jaiei Sará, Génesis 23:1-25:18

 

"Fueron los días de Sará cien años y veinte años y siete años, los años de la vida de Sará.  Sará murió en Kiriat-Arba- que es Hebrón, en la tierra de Canaán, y Abraham vino a honrar a Sará y a llorarla.."

Estas líneas son sobrias y sin embargo, tan poderosas.  Sará, nuestra matriarca, vivió una vida increíble y dinámica y al final, en dos palabras, ella murió.  Inmediatamente ella es alabada y llorada y finalmente sepultada.  Y la vida continúa.  Tal vez la descripción compacta de la Torá respecto de su muerte (sobre todo en contraste con las muchas historias de su vida y hasta de su entierro) sea una manera de recordarnos lo que es importante.  La Torá nos enseña a vivir plenamente durante todo el tiempo que podamos, llorar lo que inevitablemente vamos a perder, y finalmente soltar y dejar ir.

La Torá nos dice que Sará vivió 100 años, 20 años, y 7 años.  Esta es una frase diferente y mucho más descriptiva que la expresión más sucinta, 127 años.  Cada parte de esta frase expresa una etapa llena de vida.  Cien años, me la imagino como una mujer mayor, cansada, hastiada, reflexiva, bromeando con ironía, pero impregnada de sabiduría por la que tan caro ella pagó.  El tiempo empieza a volar hacia atrás, ve sus arrugas formándose y desapareciendo, enderezando su espalda, sus ojos tornándose claros.  Cada década de retorno se lleva consigo algo de peso y de desgaste.  Y de repente ella es una joven de 20 años, se la ve con el pelo denso, oscuro y ondeando en el viento, rasgos cincelados, ojos penetrantes, preciosos, llenos de frescura y atrevimiento.  Los años siguen mudando hasta que ella es solo una niña de 7 años.  Aparece una niña soñadora, huesos que siguen creciendo, extremidades un poco fuera de proporción.

Cada capa de su vida es distinta y diferente y, de alguna manera, no hay ninguna contradicción entre los Jaié Sará – estas vidas de Sará.  Ella ha vivido muchas vidas, pero todas y cada una son auténticas; cada lágrima y cada sonrisa una parte de su totalidad.  Estas épocas de su vida anidan perfectamente una dentro de la otra, como cada capa de una muñeca Matriushka.  Cualquiera de ellas está completa en sí y por sí misma, pero por separado cada capítulo es limitado.  Sin embargo, aquí, en el momento de su muerte, sus vidas se integran para formar un mosaico rico y completo de toda una vida.

Nuestra madre Sará nos enseña mucho sobre cómo vivir.  En sus plenos 127 años supo enfrentar desafío, dolor, inseguridad, inestabilidad, ansiedad y pérdida.  También conoció la hilaridad, belleza, pasión, aventura y milagro.  Ella es un ejemplo brillante de cómo andar por las tormentas que definen, forman y quiebran esta vida terrenal.  La Torá nos da una idea de cómo ella enfrentó, reaccionó y sobrellevó los momentos difíciles.  Y en el corazón de esta mujer indoblegable y sagaz, nos encontramos con que Sará disfrutó de una relación profunda e intensamente personal con Dios.  Es informal, espontánea y honesta.

En uno de los momentos más impresionantes e irreverentes de la Torá, Sará se ríe de Dios.  Dios le anuncia a Sará que, a pesar de su avanzada edad y de haber sido estéril toda su vida, va a tener un hijo.  Después de años de intentos y fracasos para concebir, Sará se ríe incrédula.  Este momento de risas amargas, entrecortadas, es un regalo para cada uno de nosotros que alguna vez se haya visto llevado más allá de sus límites tras meses de esfuerzo incesante, cualquiera que alguna vez se haya quebrado después de años de lucha.

En la lectura de esta sección, Sará nos muestra cómo ser auténtico.  Sará se ríe incrédula y su dolor se filtra en las páginas de la Torá.  Y Dios reacciona con amor.  Dios dice: “¿Por qué te ríes?  ¿Crees que estoy bromeando?  Pues no lo estoy.  No hay nada que no pueda hacer, y Yo lo digo, por el año que viene en esta época, tú tendrás un hijo”.  Es una interacción hermosa.  Cómo se alivia nuestra crudeza y amargura cuando se las trata con confianza y compasión.  ¡Qué bálsamo ser escuchado, visto, atendido, aun en un momento de profunda amargura, ira y dolor!

Sará sabía cómo vivir una vida auténticamente espiritual mucho antes de que hubiese templos o libros de oración.  Ella rezó con sus pies y sus dedos y sus ojos y su risa.  Las cosas eran a menudo difíciles y los buenos tiempos no duraron mucho tiempo, pero hizo que todos los momentos de su vida contaran.  Ella tenía una práctica espiritual de toda la vida, de ser incondicionalmente ella misma.

Que en esta semana de Jaié Sará – la vida de Sará – podamos encontrar una manera de seguir su ejemplo, para vivir sin miedo, en plenitud y verdad.  Y que nuestra honestidad valiente se combine con cuidado, amor y buen humor.

Rabino Daniel Kripper


Viaja a Israel desde Madrid por El-AL