Sheminí Atzeret, Israel y las lluvias.
En la tradición de Israel, las lluvias en el momento apropiado, son un signo de bendición. La lluvia permite sacar el pan de la tierra, simboliza el contacto con lo sublime y permite la existencia de la vida.
La bendición de la lluvia es especialmente importante en la Tierra de Israel, donde siempre existe la amenaza de la sequía: son una expresión de la conexión entre el hombre, la tierra y Ds.
Sheminí Atzeret, el día después de Sucot, es el momento en que nuestra Tradición, especialmente en Israel, nos coloca en un estado de ánimo “otoñal”. Esto sucede al insertarse un párrafo en la Plegaria silenciosa (Amidá): “Mashiv Haruaj Umorid Hagueshem”, “que haces soplar el viento y caer la lluvia”. Este pasaje se “inaugura” en la repetición de la Amidá del Servicio Religioso de Musaf de Sheminí Atzeret, y tiene vigencia hasta Pesaj.
Es un momento mágico, sumamente solemne.
Recuerdo cada año, la emoción que me embarga al rezar cantando la hermosa poesía que antecede este momento tan especial, por tener un motivo musical, un Nusaj, diferente a cualquier melodía que el Jazán cante durante el año, aunque conservando una reminiscencia del Nusaj de los Iamim Noraim. Como si ese motivo musical único de las Grandes Fiestas no quisiera todavía alejarse de nosotros…
Esta costumbre surge de la conciencia de que la lluvia es esencial e importante en esta región. En el pasado, cuando no llovía en su momento oportuno, significaba hambre y muerte. Pero incluso hoy en día, y a pesar de la sofisticada tecnología utilizada al servicio de la obtención de agua potable aquí en Israel, las lluvias del cielo son imprescindibles.
El cambio de frase al que me refiero es antecedido por un piut (poesía litúrgica) cuya autoría le corresponde al Rabí Eleazar ben Kalir (siglo VI), un poeta muy prolifero de la tierra de Israel, que escribió una gran cantidad de piutim para las principales Festividades, Sábados especiales, Tisha beAv, etc.
Cada una de las estrofas del piut comienza con la palabra “Zejor”, “recuerda”, y apela a Abraham, Itzjak, Iakov, Moshé, Aharon y las Doce Tribus de Israel, y al vínculo que cada uno de ellos tuvieron con el agua. Cada estrofa va seguida de una plegaria para que, en nombre de ellos, el agua no nos sea restringida, mas bien rogamos para que, en su mérito, caiga abundante lluvia.
Al terminar la poesía, el Jazán “anuncia”, lee por primera vez la versión «invernal»: “Por que tú eres el Señor nuestro Ds, que hace soplar el viento y hace caer la lluvia”.
La frase termina con la triple lectura entre el Jazán y toda la Congregación al unísono con emoción:
“Para bendición y no para maldición”, y todos responden Amén!
“Para la vida y no para la muerte”, y todos responden Amén!
“Para abundancia y no para escasez”, y todos responden Amén!
Que el Creador traiga en su momento oportuno, este año mas que nunca, los vientos y las lluvias de bendición tan anheladas, y que ellos limpien y se lleven todo sufrimiento y enfermedad de nuestra existencia.
Y todos responderemos, ¡Amen!
Con cariño y afecto.
Jag Sameaj!
Fernando Lapiduz.
Referente rabínico, Congregación Masorti Bet-El, Madrid.