El primer soñador visionario de la Torá, el primero en ver cosas en los sueños es nuestro tercer Patriarca Yaakov, y el sueño lo encontramos en la porción de la Torá de esta semana, Parashat Vaietzé.
¿Qué vio allí? Yaacov, hijo de Yitzjak y nieto de Abraham, se escapa de Israel a la tierra de Jarán. Al caer la noche Yaacov prepara un cerco de piedras a su alrededor para no ser dañado, se acuesta en un lugar llamado Bet-El, y sueña con una escalera que empieza en la tierra y termina en el cielo, por la cual subían y bajaban los ángeles. Fue entonces cuando Ds se le presentó y le dijo “Yo estoy contigo y te protegeré donde quieras que vayas, y te haré retornar a esta tierra pues no te dejaré hasta haber cumplido todo lo que he prometido para ti”. Yaacov despertó y dijo “realmente Ds estaba en este lugar y yo no lo sabía!”.
Creo que esta parashá es la porción de los sueños por excelencia. Ese sueño histórico, ese sueño de nuestro Patriarca Yaacov se transformó en el modelo, en el prototipo de los sueños.
Es interesante que en nuestra Tradición hay una discusión acerca del valor de los sueños. Hay una opinión en el Talmud que los sueños tienen un 60% de profecía. En el Tratado de Brajot del Talmud Bablí está escrito: “A la persona no se le muestra sino el fruto de sus pensamientos” y en el mismo Tratado viene registrado que los sueños son como una pequeña profecía que le muestran a la persona desde el Cielo.
Hay otras opiniones en el Talmud que dicen que los sueños no tienen valor, no tienen significado. Ambas opiniones, totalmente opuestas, se encuentran en el Talmud.
Pero creo que lo importante de los sueños es comprender que no solamente cuando dormimos tienen significado, sino que el sentido de los sueños es a veces también soñar con los ojos abiertos.
Podemos soñar con los ojos cerrados pero podemos también soñar con los ojos abiertos, y esto es sumamente importante saberlo, comprenderlo y llevarlo a la práctica.
Soñar con los ojos abiertos nos permite mirar el futuro. Nos permite tener una visión, tener objetivos, tener una voluntad y un sentimiento hacia donde conducir nuestras vidas. Necesitamos soñar, el ser humano tiene que soñar.
El Talmud nos dice que un ser humano que no sueña durante treinta días es un rashá, se considera un malvado. Pues la persona necesita tener un propósito en la vida, un sueño, principalmente con los ojos abiertos.
Te invito a revisar cuales son los sueños en tu vida, poniendo atención a los de la noche, visualizando antes de dormir hacia donde quieres dirigirlos, para dirigir los objetivos en tu caminar.
Y especialmente poniendo foco en los sueños durante el día, que serán aquellos que te marcaran el camino y te guiarán en tu propósito de vida, a lo que realmente quieres alcanzar, a tus ilusiones, a tu llamada interior, al “anhelo de mar libre y ancho” del que nos habla Saint-Exupéry.
Con cariño y afecto.
Fernando Lapiduz.
Referente Rabínico de la Congregación Masortí Bet-El, Madrid.