En nuestra Parashá arribamos al famoso capítulo 11 del Sefer Vaikra y allí nos encontramos con los basamentos de la Kashrut, las leyes de alimentación de acuerdo a la Halajá. Lo que algunos denominan como “la dieta judía”. Este tema ocupa gran parte de la atención en esta porción de la Torá.
Sin embargo, antes de adentrarse en los detalles de los animales prohibidos y permitidos para comer, la Parashá nos narra un acontecimiento dramático en el capítulo 10: nos enfrentamos esta semana a dos muertes que se nos aparecen a todas luces sorpresivas, y por qué no, injustas. El texto de la Torá (Vaikrá 10:1) se limita a unas pocas palabras y nos llenan de dudas:
“Nadav y Avihú, hijos de Aharón, tomaron cada uno su incensario, pusieron en ellos fuego, pusieron sobre él incienso y ofrecieron delante de Adonai un fuego extraño que El no les había mandado. Entonces salió fuego de la presencia de Ds y los consumió. Y murieron delante de Ds”.
Inmediatamente, se ordenó a los Cohanim que no bebieran vino ni ninguna bebida embriagante antes de realizar el servicio del Tabernáculo:
“No beberás vino ni bebida embriagante, ni tú ni tus hijos contigo, al entrar en la Tienda de Reunión”.
Algunos Jajamim y Midrashim explican que los hijos de Aharon Hacohen tenían unas copas de más a la hora de llevar su ofrenda al Santuario. Los Sabios explican que corresponde a un Cohen que sirve en la “casa de Ds” mantener su sobriedad.
El Midrash Tanjuma en Parashat Sheminí dice:
“Rabbi Yehuda HaLevi, hijo de Rabí Shalom, dijo: en hebreo, el vino se llama “Iain”; en arameo, el vino se llama “Jamar” – que, en Gematria totaliza 248, paralelo a los 248 miembros del cuerpo de una persona. El vino entra en todos y cada uno de los miembros, y el cuerpo se debilita, y la racionalidad del bebedor se ve socavada. Entra el vino y sale la racionalidad”.
Mas allá de este Midrash en particular y del mensaje que nos sugiere, yo me quedo con la enseñanza del gran genio español Maimonides, quien en su gran Introducción a Pirkei Avot nos clarifica acerca del Shvil Hazahav, el “camino del medio”. Ni un extremo, ni el otro. En pocas palabras, Rambam determinó que una persona necesita cuidar tanto del alma como del cuerpo. Entonces, de la misma manera en que una persona enferma o lastimada recurre a su médico, una persona que tiene su alma enferma debe recurrir al “médico del alma”, que es, según él, el filósofo o el Jajam. Rambam se opuso al enfoque determinista pues argumentó que, al tener libre albedrío, poseemos la capacidad de dar forma a nuestra vida.
Todo en su justa medida. Nunca los extremos son buenos. Optar por el camino del medio en nuestra vida, en nuestro pensamiento, en nuestras acciones, no es sencillo y debería ser nuestro gran aprendizaje.
Con cariño y afecto.
Shabat Shalom.
Lic. Fernando Lapiduz.
Guía espiritual y Referente Rabínico
Congregación Masorti Bet-El, Madrid.