Israel y los israelíes son conocidos por muchas cosas, una de ellas por su Jutzpá.
¿Que es la Jutzpá? ¿Es algo bueno o algo malo? ¿Como podríamos definirla?
Podríamos decir que es una forma de atrevimiento extremo, un tipo de actitud que te hace avanzar detrás de tus intenciones, como si no hubiera realmente nada que te detenga de hacer cualquier cosa que quieres en pos de tus objetivos.
El problema es ¿como podríamos definir sus limites? Es difícil.
Es por esto que la jutzpá puede ser algo realmente malo y algo realmente bueno.
La “mala jutzpá” es algo que todos conocemos, tristemente abundan los ejemplos por mis maravillosas tierras.
Sin embargo la “buena Jutzpá” es algo, a veces, muy necesario, diría, imprescindible (que también abunda por aquí).
Si nos remitimos a la Torá ¿acaso Abraham no tuvo la Jutzpá de discutir con el mismo Creador acerca de sus planes de destruir Sodoma y Gomorra? ¿Que hubiera sido de ese pueblo si Abraham no hubiera actuado como Jutzpán?
Y, ¿cuantas veces leemos de la Tora que Moshe Rabenu discutió con Ds para defender a su Pueblo? ¿Que seria de nosotros si no hubiera sido por la forma arriesgada y atrevida en la que actuó Moshe?
Esta semana nos encontramos con un personaje y relato extraordinario, único. Quizás el paradigma de la obediencia: Noaj.
El texto de la Tora lo alaba de una forma excepcional, como a nadie mas: “Noaj era un hombre justo, íntegro entre sus contemporáneos. Noaj andaba con Ds”.
Los acontecimientos suceden rápidamente en el relato de nuestra Parashá: Ds anuncia la inminente destrucción de toda vida sobre la tierra, le ordena a Noaj que construya un arca para ingresar en ella a su familia y él mismo, siete parejas de animales casher y una pareja de cada ser viviente, junto con las provisiones para el “viaje”. Comienza a llover, toda la tierra se inunda y fenece todo ser vivo, Noaj y los habitantes del arca son los únicos sobrevivientes. Deja de llover, las aguas descienden.
Hasta aquí el relato en tan solo unos pocos versículos.
En este punto esperaríamos que Noaj, al mejor estilo de Terminator o Capitan America, le pegue una fuerte patada a la puerta del arca para salir él, los suyos y todos sus acompañantes con el fin de restablecer el orden y la vida en un mundo devastado, asolado, pleno de muerte y destrucción.
En lugar de eso el relato se desacelera y se vuelve un poco exasperante. Noaj espera hasta estar seguro de poder salir. Envía las celebres palomas esperando señales. Espera y espera…
Finalmente Ds le dice “sal del arca”. Y entonces, solo entonces, Noaj sale.
Podríamos pensar que Noaj es el paradigma bíblico de la obediencia, hace lo que le es ordenado.
Personalmente me quedo con la Jutzpá de Abraham al cuestionarle a Ds “¿El Juez de toda la tierra no hará justicia?”. O “¿vas a matar al Justo junto al impío?”.
¿Acaso Abraham se habría quedado callado ante la orden de construirse un arca para salvarse solo él y su familia?
El final del relato de Noaj, borracho, desnudo ante sus hijos, convertido en una verguenza, nos da la pauta de lo sucedido: al percibir que se había salvado a si mismo, sin haber hecho nada para salvar al mundo, se dio cuenta de que tampoco se había podido salvar a si mismo.
Y no puede con su existencia.
Sospecho que le hubiera gustado haber tenido inicialmente una cuota extra de Jutzpá.
Cuando de reconstruir un mundo destruido y devastado, no hay Jutzpá que sea suficiente.
Por eso en nuestra Tradición el paradigma de la fe y la obediencia no es Noaj, es Abraham Avínu.
La historia de Noaj nos enseña que a veces, la obediencia ciega, no alcanza.
Con cariño y afecto.
Shabat Shalom.
Rab Fernando Lapiduz
Congregación Masorti Bet-El, Madrid.