“Lo llenaré con el espíritu de Ds, en sabiduría y en entendimiento, y en conocimiento y en toda artesanía” Shemot 31:3.
Moisés recibe la Torá en la cúpula del Monte Sinaí y los israelitas esperan que se baje, pero a la hora de bajarse, no se baja. Los israelitas deciden hacer algo mientras para poder seguir alabando, hasta que se baje: fundir todo el oro en Israel y crear una estatua de un becerro. Es una infracción obvia del mandamiento “no te harás una estatua, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas, ni las servirás.” Acaban de vivir el milagro del Monte Sinaí y ya se estaban confiando en los ídolos y desviando del camino de Dios. Moisés y Ds se enfadaron. Moisés se enfadó tanto que se bajó del Monte Sinaí, tiró las piedras con los Diez Mandamientos a la tierra y se rompieron, destrozando el pacto entre Dios y el pueblo judío.
Después de que sucedieran estos eventos, Ds invitó a Moisés a volver a la cúpula del Monte Sinaí y le mandó inscribir los Diez Mandamientos de nuevo, en dos piedras nuevas. Eran las palabras de Ds, inscritas por el ser humano. Aunque el primer trabajo era de el Eterno y era divino, el segundo trabajo era del ser humano, por lo cual, nos muestra que aunque nos podamos errar en cualquier momento, la relación entre Ds y nuestro pueblo nunca se extingue. Las tablas rotas nunca se descartaron. Los israelitas llevaron estas tablas con ellos por el desierto. Cada fragmento de esas tablas rotas representa un fallo que podemos cometer como seres humanos. Nadie espera de nosotros que estemos perfectos, sin embargo, podemos ser buenos y trabajar en reparar nuestros fallos y recuperar nuestras relaciones rotas.
Igual que en nuestras relaciones interpersonales, nada será perfecto y siempre habrá algún error. Cada vez que nos enfademos, sobretodo con alguien, representa una rotura de las piedras de la Torá, una imperfección. Si nos enfadamos con alguien por llegar tarde o por ganarnos en un juego en el que estábamos ganando, el enfado causado rompe las relaciones que teníamos, pero a la vez genera un espacio para mejorarnos y buscar el perdón y la manera de seguir formando esa relación. Esas soluciones y el perdón representan el «pegamento» que repara esas roturas y conserva las relaciones interpersonales como seres humanos.
Sagiv Boniel
Coordinador MAROM Madrid