«Ocurrió que al día siguiente, se sentó Moshé para administrar justicia al pueblo. Permaneció de pie el pueblo cerca de Moshé, desde la mañana hasta el atardecer”. (Shemot 18:13).
En esta parasha, Itro, se mencionan, por primera vez en la Torá, los Aseret Hadibrot. El relato nos presenta a Moshé casi como un angel, después de 40 días y 40 noches sin comer y sin beber en el Monte Sinai, bajando con las tablas talladas con los Diez Mandamientos. Al regresar se reencuentra con su familia, con su esposa y sus hijos. Y también con su suegro, Itro.
Apenas baja Moshé de las alturas del monte, inmediatamente después de la incomparable santidad a la que había arribado en su cercanía con la Divinidad, se pone a trabajar por el bien de su pueblo, juzgando y tratando de resolver toda clase de conflictos y cuestiones cotidianas. Itro observa atentamente la manera en la que Moshé juzga al pueblo, día y noche sin descanso, y le da varios consejos, los cuales son implementados inmediatamente por el gran líder.
Muchas veces en nuestra vida nos sentimos elevados espiritualmente, conectados con lo trascendental, inspirados, nos vemos más cerca de los ángeles que de la tierra, sentimos que podemos tocar el cielo con nuestras manos.
Moshe supo usar toda esa inspiración espiritual para conectar el cielo con la tierra, y lidiar de esa manera con todo lo que tenía a su alrededor en su diario vivir. Y así, se elevó aun más en su grandeza e hizo ascender en santidad a todo su pueblo.
Moshé Rabeinu, nuestro gran líder, hubiera podido optar por quedarse ligado exclusivamente a ese estado de éxtasis que alcanzó al arribar a niveles de espiritualidad al que ningún ser humano supo ni pudo llegar. Hubiera sido muy cómodo de su parte, y hasta, en cierta manera, entendible por todas las generaciones.
Sin embargo, su grandeza reside en que, muy lejos de quedarse amparado en las altas esferas celestiales, y sin renunciar a su altura espiritual, supo poner toda esa energía al servicio de su pueblo, para compartir y mejorar su entorno, para evitar y mediar en conflictos, para trabajar por la paz entre las personas.
A todas las cosas de este mundo material en el que vivimos, a todas las pasiones y aspectos negativos que percibimos y sufrimos, tanto dentro como fuera nuestro, así como los positivos, deberíamos dedicar parte de nuestras fuerzas para desarrollar la capacidad de verlas con una mirada de santidad, para así poder elevarlas.
De la misma manera que con Moshé, quiera Ds inspirarnos para saber alcanzar el punto medio entre esa mirada puesta en el cielo, en el intento de elevar nuestro nivel espiritual, y el contacto con la tierra, poniendo a disposición del mejoramiento del entorno que nos rodea, lo mejor de nuestro ser.
Con cariño y afecto.
Shabat Shalom.
Rab Fernando Lapiduz.
Congregación Masorti Bet-El, Madrid.