Pasó Shavuot, llevamos en Israel más de una semana de intenso conflicto bélico contra el mas feroz terrorismo, los misiles siguen volando por encima de nuestras cabezas sin pausa.
Y nos vamos acercando al Shabat, el Shabat posterior a Shavuot es la segunda del Sefer Bemidvar, Nasó, la Parashá de Birkat Cohanim, la Bendición Sacerdotal.
Una de las obligaciones de los Cohanim con el Pueblo de Israel es bendecirlo, tal como ordena Ds en nuestra Parashá: «Así habréis de bendecir a los hijos de Israel, diciéndoles: Te bendiga Ad’nai y te guarde. Te ilumine Ad’nai con Su Presencia y te agracie. Dirija Ad’nai Su Presencia hacia ti y te conceda la paz.»
O sea que nos encontramos con una orden. No es una costumbre ni tampoco es una opción. Es una Mitzvá que deben cumplir los Cohanim: bendecir al Pueblo de Israel.
¿Pero cómo es posible que una persona bendiga a otra persona?
Yo puedo llegar a comprender que Ds, el Todopoderoso, en toda Su Grandeza pueda bendecirme, ¿pero cómo puede transmitir bendición un ser humano igual a mí?
Y quizás de alguna manera podemos encontrar parte de la respuesta, al repasar la bendición que deben recitar los Cohanim antes de bendecir el día de hoy. Ellos dicen: «Bendito eres Ds nuestro que nos santificaste con tus preceptos y nos ordenaste Levarej et Amó Israel Beahavá, bendecir a tu Pueblo Israel con amor”.
Ds le dio a los Cohanim la Mitzvá de bendecir al Pueblo de Israel con amor.
No es posible bendecir a alguien si no existe el amor. ¿Por qué razón el padre y la madre son los que bendicen a sus hijos cada viernes con esta formula? Porque el sentir de los padres es la expresión máxima e incondicional de amor autentico.
Hay una Halajá (ley religiosa) muy interesante que dice que un Cohen, al momento de bendecir a la congregación, si ve entre los congregantes a alguien que odia, entonces no debe recitar el Birkat Cohanim.
En mi opinión, muy humilde opinión, deberíamos revisar esta Halajá. Al igual que uno está obligado a perdonar a alguien que transgredió contra mi persona o mis bienes cuando me viene a pedir perdón sincero, a pesar de que yo no lo pueda perdonar en el fondo de mi corazón, de la misma manera debería un Cohen poder bendecir a toda una congregación, aunque encuentre uno entre ellos que no ama o incluso peor que eso. No se puede meter a todos en la misma bolsa.
En estos días los ánimos están muy caldeados aquí en Israel. Y cuando los ánimos se encienden todos nos trasladamos mas hacia los extremos. Sin embargo en estos tiempos, mas que nunca, es momento de recobrar la cordura y recordar que esta tierra es sagrada y bendita principalmente, a mi entender, porque vivimos todos juntos. No puede ser que unos pocos nos marquen la agenda. Cualquiera que viva en Israel o que lo haya visitado al menos una vez sabe que lo que digo es absolutamente cierto.
Judíos y árabes vivimos juntos, nos curamos mutuamente, nos vendemos y nos compramos, cuidamos a los hijos de los otros, somos los maestros y los alumnos de los otros, nos abrazamos, nos bendecimos a pesar de que a veces no nos amamos, pero igualmente nos bendecimos. Realmente vivimos juntos, no es una metáfora ni un anhelo. Es la realidad cotidiana.
¡Y es lo que hace también a este país único en su tipo!
Por supuesto que hay que defenderse de la agresión cuando mi vida y la de mi familia está en serio peligro por parte de terroristas.
Pero al mismo tiempo deberíamos todos, digo todos desde cada uno de los espacios que habitamos, hacer el mejor esfuerzo para reforzar los vínculos con nuestros vecinos. ¡No puede ser posible que una minoría nos marque la agenda!
«…Dirija Ad’nai Su Presencia hacia todos nosotros y nos conceda pronto la paz”. Amen.
Con cariño y afecto.
Shabat Shalom.
Fernando Lapiduz
Congregación Masorti Bet-El, Madrid, España.