Esta semana nos adentramos en la fabulosa segunda parashá de la Torá, y a través de ella en el relato del Mabúl, el Diluvio Universal, Noaj y su famosa arca.
El texto nos enseña acerca de dos modelos marcadamente opuestos de liderazgo.La porción semanal comienza con las palabras “Estos son los descendientes de Noaj”.
Al final de nuestra parashá, leemos acerca de las diez generaciones desde Noaj, culminando con la mención de nuestro primer patriarca Abraham y su esposa Sará.
¿Por qué nuestra Parashá comienza con Noaj y termina con Abraham? ¿Cuál es el vínculo entre ambos?
Para intentar responder debemos concentrarnos, no en el Mabúl (diluvio) sino en la Tebá, el arca de Noaj.
Sabemos que tenemos en el Pueblo Judío diferentes personajes, líderes y personalidades. Cada uno con sus características particulares de las cuales tenemos mucho para aprender. En esta parashá se destaca Noaj, y como vemos, sobre el final y a partir de la próxima parashá vamos a encontrar a Abraham, que inició el Pueblo de Israel.
Noaj en nuestra parashá construye un arca. Durante muchos años, ciento veinte años, se dedica a la construcción de un arca, en la que entra junto a su familia y a los animales durante el periodo del diluvio, tal como Ds se lo ordenó. Él sabía que afuera las personas iban a morir, él sabía que el mundo iba a ser destruido. Pero así y todo, él entró y se protegió dentro del arca.
El arca de Noaj es el lugar en donde él se encerró, se protegió, se aisló del exterior, con todo lo positivo y lo negativo que conlleva esta definición.
Con Abraham vemos algo totalmente diferente. Abraham construyó, no un arca cerrada sino una carpa abierta. Una carpa que estaba disponible para los cuatro lados del mundo, oriente, occidente, norte y sur. Una carpa para que todos puedan entrar, para que cada uno pueda recibir de parte de Abraham en su propia residencia sus enseñanzas espirituales y también sus manjares.
Esa es la gran diferencia entre dos modelos de liderazgo que tenemos en el pueblo judío, el arca de Noaj y la tienda de Abraham.
El arca de Noaj, que es cuando nos encerramos, a veces conformando prácticamente una muralla a nuestro alrededor para mantener la vida judía y protegernos de todo lo que sucede alrededor por temor al “mundo exterior” o por inseguridad de nuestra propia identidad.
Y por otro lado la carpa de Abraham, la cual podemos abrir al mundo entero estando orgullosos de nuestro ser, con seguridad en nuestra identidad, ofreciendo nuestro corazón y hospitalidad al universo.
Con cariño y afecto,
Shabat Shalom,
Fernando Lapiduz.
Guía Espiritual y referente rabínico.
Congregación Masortí Bet El, Madrid.