Es innegable que el Covid concentra gran parte de nuestra atención. Se alzan las voces cuestionando por sus orígenes ¿Fue una creación humana? ¿Fue transmitido por una especie animal a un ser humano? ¿Nació como consecuencia del comportamiento humano y su vínculo hacia la naturaleza?
La gran pregunta, luego de asegurarnos la salud, es ¿qué aprendemos y qué podremos aprender de esto? ¿Seremos capaces de aprender algo?
La destrucción de la naturaleza por obra de la acción descuidada humana es algo que recurrentemente aparece en el pensamiento de las personas para recordarnos que aún con todo el avance tecnológico y el desarrollo científico alcanzado, estamos en manos de Ds.
La misma Torá nos previene que muy probablemente alcancemos el desarrollo, la riqueza y el bienestar y digamos en nuestro corazón: “…mi fuerza y el poder de mi mano me hizo esta riqueza” (Deuteronomio 8:17).
Sin embargo, periódicamente recibimos un baño de realismo al vernos impotentes para enfrentar acciones brutales de la naturaleza que por más avance conseguido nos dejan impávidos e impotentes para detener o suavizar.
Sin lugar a dudas que el relato primigenio de un desorden natural y al que recurrimos habitualmente en la tradición popular es el diluvio universal relatado por la Torá en la parashá que leemos este Shabat, la Parashá Noaj.
A diferencia de relatos similares que aparecen en la mitología de otros pueblos la Torá nos indica que el diluvio fue un castigo a la humanidad por sus acciones inmorales. Por lo tanto, este desastre universal no fue producto de un capricho de la divinidad, sino una acción en respuesta al mal comportamiento humano.
Ds le ordenó a Noaj, un Tzadik en su generación, construir un arca y allí refugiarse con su familia y animales para sobrevivir al Mabul (Diluvio) y dar a luz a un nuevo mundo. Según el Midrash, Noaj tardó ciento veinte años en construir el arca. ¿Por qué tanto tiempo para una construcción que podría llevar mucho menos tiempo? Nos cuenta el Midrash que los contemporáneos de Noaj lo interrogaban acerca del objeto de la construcción. Cuando les explicaba que el Eterno traería un diluvio que arrasaría con todo, a menos que la gente hiciera Teshuva y cambiara su conducta, todos invariablemente reían y se burlaban de Noaj. Ciento veinte años tuvo la humanidad para comprender el mensaje Divino, pero a pesar del suficiente tiempo, ello nunca se concretó.
Una historia parecida, y con un final diferente acabamos de leer en la tarde de Iom Kipur en el libro de Jonás. Los habitantes de Ninive entendieron el mensaje enviado por el profeta y cambiaron su actitud, recibiendo en consecuencia el perdón Divino.
¿Cómo estamos nosotros hoy? ¿Somos una humanidad que actúa de acuerdo al mensaje de la Torá o nos encontramos más cerca de la generación de Noaj en comportamiento y en conducta? Y si esto último es lo más cierto…, nos han dado ciento veinte años de vida para enmendarnos. ¿Los estaremos aprovechando?
La respuesta, indudablemente, está en nuestras manos.
Con cariño y afecto.
Shabat Shalom.
Fernando Lapiduz.
Referente Rabínico de la Congregación Masorti Bet-El, Madrid.