«Y la tierra era todo confusión y vacío, todo oscuridad sobre la superficie del abismo y el aliento de Dios planeaba sobre la superficie de las aguas». Este versículo, el segundo de la Torá, podría perfectamente describir el sentimiento general en Israel el Shabbat pasado.
El día había comenzado con la celebración de Simjat Torá, que aquí se celebra junto con Sheminí Atzeret. Las sinagogas se llenaron de gente bailando y cantando alrededor de los rollos de nuestras queridas escrituras. Canciones de paz, de alegría, de anhelos para un año próspero y bueno.
En la sinagoga masortí a la que asistimos, la séptima Alyiah se hace en la calle. Y mientras formábamos rondas alrededor de la Torá, los vecinos nos acompañaban con palmas y cánticos desde sus balcones. Mientras caminábamos hacia la casa de unos amigos para la cena de Shabbat, una a una pasábamos sinagogas llenas de gente celebrando y nuestros espíritus agradecían a cada paso la posibilidad de vivir en este tiempo, en esta ciudad, en esta generación.
Ni en la más terrible de las pesadillas podría alguien haber imaginado que sólo unas horas más tarde nos encontraríamos con la realidad de que nuestro pueblo, en nuestra tierra, comenzaría a sufrir el peor pogrom de los últimos 78 años.
No es necesario compartir con vosotros que los días que estamos viviendo son difíciles, llenos de tristeza y aprehensión por el bienestar de aquellos que fueron heridos, aquellos que fueron secuestrados, aquellos que están defendiendo la casa común de todo el pueblo judío.
Nunca en toda mi vida comprendí con la claridad que entendí esta semana el poder del versículo del libro del Éxodo luego de la décima plaga en Mitzraim. “Y se escuchó en toda la tierra un clamor enorme, pues no había casa donde no había allí un muerto”
Todos hemos sido afectados por esta tragedia, todos conocemos a alguien que ha sufrido una pérdida, todos estamos de duelo. Pero también todos estamos de pie. Y todos estamos unidos. Y todos estamos dispuestos a vivir más semanas difíciles si, a cambio de todo este sufrimiento, podemos encontrarnos al final de esta confusión y esta oscuridad con una realidad en la que no tengamos la necesidad de resguardarnos regularmente en refugios para protegernos de los misiles y de los ataques que producen los genocidas.
Y dijo Dios: “Haya luz” y hubo luz. En el relato de la creación, la oscuridad y el caos concluyó inmediatamente por la palabra de Dios. Nos va a tomar más tiempo a nosotros, sus socios, conseguir los mismos resultados. Pero lo vamos a lograr. Y la luz que se saldrá de Tzion será una fuente de inspiración para todas las naciones de bien que habitan la tierra que Dios creó, para que nosotros la cuidemos.
Que tengamos un Shabbat de paz interior, de fortaleza espiritual, de bendiciones y sanación para toda la comunidad de Israel, dondequiera sus miembros se encuentren.
Amén
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