Nuestra Parashá semanal, Ki Tavó, aborda un tema difícil y sumamente delicado para el hombre: las consecuencias de su libre albedrío, de un modo directo y realista. Enfrenta al ser humano con los sucesos que le sobrevendrán como resultado de sus actos y conducta. El hombre es responsable de su destino.
La Torá nos previene: muchas bendiciones para quienes sigan el camino indicado por Ds y conduzcan su vida según sus enseñanzas. Y como contrapartida también terribles maldiciones para aquellos que, deliberadamente, se aparten de ese mismo camino, normas morales y enseñanzas señalados por Ds.
La Torá siempre pretende evitar el castigo, por eso advierte, señala el camino, y de ahí en más la responsabilidad es exclusivamente de cada alma por sus acciones u omisiones.
Pero debiéramos recordar, especialmente mediando el mes de Elul, que el camino no tiene un único sentido. El hombre cuenta siempre con la vía de retorno hacia Ds: la teshuvá. Y una de las formas de arrepentimiento la manifestamos a través de la oración. Recordemos que la trilogía Teshuvá-Tefilá-Tzedaká (arrepentimiento-oración-Tzedaká) cuando nace profundamente en el corazón del ser humano, tiene una inmensa fuerza susceptible de mejorarlo, modificar su destino, y hasta puede anular los decretos del Cielo.
Una vez más el mensaje milenario de la sagrada Torá llega en un momento oportuno para recordarnos que siempre tenemos las puertas del arrepentimiento abiertas. Solo de nosotros depende.
Con cariño y afecto.
Shabat shalom.
Fernando Lapiduz.
Referente rabínico de la Comunidad Masorti Bet-El (Madrid)