Estamos en la porción de la Tora que se llama Behar. Aquí se nos habla mucho de la tierra, y se nos presentan dos ideas revolucionarias para la época, en el mundo de la agricultura y de quienes poseían, trabajaban y vivían de la tierra: durante seis años deberemos trabajar la tierra como si fuera nuestra, pero el séptimo es año sabático (Shnat Shmitá) y nos recuerda que la tierra le pertenece al Creador. Debemos dejar de producir la tierra y se debe consumir lo que crezca espontáneamente de ella.
Y cada cuarenta y nueve años (siete ciclos de siete años), en el año cincuenta, tendremos el año del jubileo (Shnat Haiovel) en el cual toda la propiedad volverá a sus dueños primitivos, los esclavos serán liberados, todas las deudas serán condonadas y no se plantará ni se cosechará la tierra.
En este contexto encontramos un pasuk muy interesante: “La tierra no puede venderse a perpetuidad, pues Mía es la tierra, ustedes son sólo forasteros y residentes, en lo que a Mí respecta” (Vaikra 25:23).
Creo que el hecho de que Ds diga “ki li haaretz”, “pues Mía es la tierra”, y que a la vez nos considere que somos extranjeros y al mismo tiempo residentes, es una buena invitación para revisar cuál es nuestro vinculo con aquello que poseemos.
Tener presente este balance que nos pide la Tora esta semana, somos a la vez en la tierra, extranjeros y residentes.
El extranjero es aquel que, en general, se siente lejos, sin nada puesto, débil, desposeído. Mientras que el nativo, el residente, es aquel que, en general, se siente como dueño de casa.
Notemos que se nos pide que seamos a la vez residentes y extranjeros. Y es que si uno se excede en cualquiera de los dos ámbitos, está en problemas.
Porque aquel que piensa que no tiene nada, no posee nada, ni la tierra ni nada, aquel que se considera y se ve “pobre”, quien camina la vida como “desposeído”, está realmente en problemas.
Y por el otro lado, aquel que siente que posee todo, todo el tiempo, también está en problemas. Por exceso de confianza, porque puede llevarlo a atropellar, a llevarse por delante el mundo, a olvidarse del otro.
Y por eso aquí en la parasha se nos pide que la tierra, en este caso la tierra en Israel, nunca se venda a perpetuidad. Como dice la Tora, en boca de Ds, “pues Mía es la tierra”.
En este Shabat Behar, en la montaña, cuando nos tomemos un instante y nos propongamos tener una visión macro de nuestra realidad. Y nos ocupemos de la tierra, de lo material, y pensemos en nuestras posesiones y todo lo que ello implica. Y también cuando recapacitemos sobre aquello que creemos que nos “falta”, que podamos tener la claridad de encontrar el punto medio para ser siempre en nuestro andar a la vez extranjeros y residentes.
Con cariño y afecto.
Shabat Shalom.
Lic. Fernando Lapiduz.
Guía Espiritual y Referente Rabínico
Congregación Masorti Bet-El, Madrid.