Las parshiot de esta semana, Tazría-Metzorá, hablan, entre otros temas, sobre el malestar espiritual llamado “Tzaraat”, el cual causaba manchas en la piel, en incluso en algunos casos afectaba también las vestimentas y las casas de la persona afectada. El Talmud nos dice que Tzaraat venía a causa de los pecados de la persona, particularmente por el pecado de “Lashón hará” (habla negativa). Para superar esta aflicción, la persona debía someterse a un período de aislamiento y luego a uno de purificación, para demostrarle al afectado el poder destructivo de su pecado y enseñarle cómo mejorar en el futuro para evitar volver a pecar de esa manera.
Al leer nuestro texto de la Torá uno puede llegar a sentirse muy alejado de lo que allí se relata, un mundo que nos puede llegar a parecer demasiado lejano, algo mitológico o solo un mero relato literario. Sin embargo, debemos saber que todo en la vida es parte de una realidad espiritual. Y entre más desconectados estamos de la Fuente, menos sensibilidad tendremos. Y por lo tanto todo aquello que la Torá expresa pertenece a una época de una fuerte conexión entre el Pueblo de Israel y la Fuente, de tal manera que sucedían esas cosas.
Algo muy extraño pasa aquí. Si yo fuera Ds y quisiera enseñarle a una persona, si es que hablaba mal de alguien, para corregir su comportamiento, yo le hubiera puesto una mancha muy grande, muy vistosa, de una manera que se le vea en la cara, que todos lo vean y de esa forma aprenda el mensaje y ya no lo vuelva a hacer.
¿Pero qué dicen los sabios? Que la mancha que le salía era diminuta, y ademas, si uno quería, se podía cubrir, maquillar.
Y la pregunta obvia es, si yo como educador, quiero enseñarle a la persona que está haciendo algo muy negativo hacia su prójimo, hacia su entorno, para que cambie su comportamiento, ¿por qué hacerlo de una manera en que pueda racionalizar y taparlo? ¿Acaso no le estoy dando la posibilidad de seguir haciéndolo?
Y me gustaría pensar que la única manera para que una persona cambie no es por una presión externa, es si uno está consciente del impacto de sus acciones, y para eso, el primer paso de todo debe ser el reconocimiento, la verdadera y genuina realidad en la que yo asumo responsabilidad por lo que hago (o dejo de hacer) y parte sinceramente de mí. Porque en ese momento realmente voy a tomar responsabilidad por mis acciones.
El crecimiento espiritualmente no debería depender de una presión externa ni de lo que otra persona me dice, no puede ser por una amenaza, tiene que ser por la conciencia de que mis valores y mis acciones no estan yendo de la mano. Y para eso, el único que lo puede decidir soy yo. Por lo tanto, Ds lo hacía de una manera, a mi humilde criterio, fascinante. Lo hacia de una forma en la cual esa pequeña manchita nos tenia que hacer despertar y enfrentar el verdadero problema al que debía hacer frente. Y decidir si quiero yo cambiar o no.
Te invito a tomar de este mensaje para identificar en tu vida cuantas de las cosas que te llaman a tomar conciencia, que te despiertan, que te movilizan, dependen de factores externos. Recuerda, el secreto de la transformación viene del fuego interno y no del sugerido o impuesto desde afuera.
Con cariño y afecto.
Shabat Shalom.
Lic. Fernando Lapiduz
Congregación Masorti Bet-El, Madrid.