“Todos deberíamos tener dos bolsillos, y en cada uno una nota, para poder apelar a ellas según la necesidad. Cuando te sientas humilde y desanimado, debes buscar en el bolsillo derecho y, allí, encontrar las palabras: “Bishvili nivra ha’olam. Por mí fue creado el mundo». Pero cuando te sientas importante y poderoso, debes buscar en el bolsillo izquierdo y encontrar las palabras: “ Ani afar vaefer. No soy más que polvo y cenizas”. (relato jasídico)
Esta semana leemos de la Torá el fragmento que comienza con las celebres palabras Lej Lejá.
Quizás marque esta porción el inicio de la travesía de miles de años del Pueblo Judío. Comienza con un hombre, una mujer y una promesa: Abraham, Sara y la promesa del Creador de que llegarán a ser una gran nación. Esta le es dada a nuestro primer Patriarca de dos maneras muy impactantes: en la primera se le dijo que su descendencia sería tan numerosa como «el polvo de la tierra»; en la otra, que serían tantos como “las estrellas del cielo”.
Los rabinos sugieren que esta imagen dual de polvo y estrellas lleva consigo un mensaje sobre el futuro del pueblo judío. Este es un pueblo que vivirá en tensión continua, entre ser presentado como una luz a las naciones y ser pisoteado por opresores como el polvo de la tierra. Y, de hecho, cualquier observador o estudioso de la historia judía podrá dar testimonio por la manera en que esta ha reflejado dicha tensión, con sus cambios, a veces dramáticos, entre edades de oro y tiempo de persecución.
La enseñanza jasídica del inicio ve las dos metáforas como una herramienta para lidiar con las diversas circunstancias en las que se encuentra el pueblo judío. Cuando somos perseguidos debemos recordarnos la promesa de que nos elevaremos a grandes alturas, como las “grandes luminarias” en los cielos. Sin embargo, cuando logramos períodos de bienestar y prosperidad, no deberíamos olvidar que muy fácilmente podemos convertirnos en el “polvo de la tierra”.
Y quizás la construcción del vibrante Estado de Israel nos permite darle un nuevo giro interpretativo a la promesa entregada a nuestro Patriarca Abraham. Porque de hecho, la notable historia y el desarrollo de nuestra querida Mediná han sido de polvo y de estrellas: de trabajar la tierra, secar sus pantanos y transformarlos en vibrantes ciudades, convertir el árido desierto en viveros plenos de vida vegetal; sin dejar de mirar siempre hacia arriba en las visiones y valores que han guiado a nuestros antepasados desde los tiempos de Abraham.
Con cariño y afecto, Shabat Shalom.
Fernando Lapiduz.
Referente rabínico, Congregación Masortí Bet-El, Madrid.